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Todas las palabras que oímos, gracias a la “maravilla del instinto”, como exclama Cimbelino, ejercen sobre nosotros un efecto de descenso o de elevación. Este efecto no tiene nada que ver en principio con su moralidad intrínseca. Por vías indirectas, somos capaces de mejorar con lo peor. ¿Cómo se produce esta paradoja? La naturaleza humana se resiste a ser descrita. Tua res agitur. La poesía no surge como un ornamento, sino como la expresión del poder que tienen las palabras que acompañan a nuestros actos. Esta es la “musa de fuego”. La poesía de Shakespeare no habla gratuitamente, declara cómo se mueve el pensar en un mundo que pone en contacto su imaginación con nuestra realidad. El tiempo de Shakespeare ofrecía una amplia panorámica del espíritu. Su genio, menos subjetivo de lo que suele creerse, fue un don compartido por el poeta con su público. El texto, sola scriptura, nos permite ahora renovar la escena de la mente, salir de la caverna de nuestras creencias, o de nuestra incredulidad. Shakespeare, el poeta, reescribe los términos de nuestra búsqueda, fundada en el hallazgo permanente de sus visiones.

1. Presentar el marco y alcance de la lectura creativa. 
2. Definir las claves de lectura fuerte de los grandes libros.
3. Discutir la posición de Shakespeare en el canon literario.
4. Explorar los límites y renovaciones de la historia literaria a la luz de la crítica shakesperiana.
5. Indagar en la interpretación sobre los personajes de las obras de Shakespeare.

1. Enrique VII
2. Mucho ruido y pocas nueces
3. A buen fin no hay mal principio
4. Pericles, príncipe de Tiro
5. Dos nobles de la misma sangre
6. Enrique VIII